Estudio de Casos
Estudio
de Casos
Es un método de investigación de gran
relevancia para el desarrollo de las ciencias humanas y sociales que implica un
proceso de indagación caracterizado por el examen sistemático y en profundidad
de casos de entidades sociales o entidades educativas únicas. El estudio de
casos constituye un campo privilegiado para comprender en profundidad los
fenómenos educativos aunque también el estudio de casos se ha utilizado desde
un enfoque nomotético.
Desde esta perspectiva, el estudio de casos
sigue una vía metodológica común a la etnografía aunque quizás la diferencias
en relación al método etnográfico reside en su uso, debido a que la finalidad
del estudio de casos es conocer como funcionan todas las partes del caso para
crear hipótesis, atreviéndose a alcanzar niveles explicativos de supuestas
relaciones causales encontradas entre ellas, en un contexto natural concreto y
dentro de un proceso dado. Para algunos autores el estudio de casos no es una
metodología con entidad propia sino que constituye una estrategia de diseño de
la investigación que permite seleccionar el objeto y sujeto del estudio y el
escenario real.
Es un método de investigación cualitativa
que se ha utilizado ampliamente para comprender en profundidad la realidad
social y educativa. El estudio de caso
consiste en una descripción y análisis detallados de unidades sociales o
entidades educativas únicas. Es un método de
investigación cualitativa que se ha utilizado ampliamente para comprender en
profundidad la realidad social y educativa. A su vez se puede decir, el estudio
de la particularidad y de la complejidad de un caso singular, para llegar a
comprender su actividad es circunstancias concretas.
Por su parte, el estudio de
casos, estudia un acontecimiento,
proceso, persona, unidad de la organización u objeto. Está clasificada como una
investigación social que aplica el método cualitativo y minuciosamente
diversas fuentes análisis. Se le considera como una estrategia de
investigación que comprende todo con la lógica de diseño de aproximaciones
especificas para la recolección de datos y el análisis de éstos.
Pasos a tomar en consideración para la realización de estudios de casos
·
Identificar los actores importantes dentro de la organización, las partes
interesadas.
·
Identificar otros grupos de la organización, ya sean clientes o
proveedores.
·
Establecer la misión oficial de la organización estudiada.
·
Establecer la misión histórica de la organización.
·
Establecer la misión de los interesados en la organización.
·
Escalar la importancia de los interesados, ya sea en la toma de
decisiones o en los efectos de las consecuencias.
·
Diagramar el proceso formal de la toma de decisiones, programar,
calendarizar.
·
Notar el proceso informal de la toma de decisiones.
·
Identificar el proceso de producción o servicio de entrega.
·
Identificar los mecanismos de soporte, ayuda, recursos con de apoyo.
·
Identificar competidores. Otros estudios, investigaciones en procesos o
ya realizadas referente al tema de estudio.
·
Identificar el contexto organizacional de la profesión o de
los competidores.
·
Delimitar el mayor problema.
·
Problemas subsecuentes e implicaciones.
·
Detallar rol de administración.
·
Identificar el rol de los proveedores de producción y servicios.
·
Identificar temas estratégicos puntuales a tomar en cuenta.
Ventajas del uso del Estudio de Casos
·
Pueden ser una manera de profundizar en un proceso de investigación a
partir de unos primeros datos analizados.
·
Es apropia para investigaciones a pequeña escala, en un marco limitado de
tiempo, espacio y recursos.
·
Es un método abierto a retomar otras condiciones personales o
instituciones diferentes.
·
Es de gran utilidad para el profesorado que participa en la
investigación.
·
Favorece el trabajo cooperativo y la incorporación de distintas ópticas
profesionales a través del trabajo interdisciplinar; además, contribuye al
desarrollo profesional.
·
Lleva a la toma de decisiones, a implicarse, a desenmascarar
prejuicios o preconcepciones
Características
·
Es
particularista: Se caracteriza por un enfoque claramente idiográfico, orientado a
comprender la realidad singular. El cometido real del estudio de casos es la
particularización no la generalización. Esta característica le hace
especialmente útil para descubrir y analizar situaciones únicas. En el ámbito
educativo nos encontramos con la necesidad de analizar y profundizar en
situaciones peculiares.
·
Es
descriptivo:
Como producto final de un estudio de casos se obtiene una rica descripción de
tipo cualitativo. La descripción final implica siempre la consideración del
contexto y las variables que definen la situación, estas características dotan
al estudio de casos de la capacidad que ofrece para aplicar los resultados.
·
Es
Heurística:
porque puede descubrirle nuevos significados, ampliar su experiencia o bien
confirmar lo que ya sabe, es una estrategia encaminada a la toma de decisiones.
·
Es
Inductivo: se
basa en el razonamiento inductivo para generar hipótesis y descubrir relaciones
y conceptos a partir del sistema minucioso donde tiene lugar el caso. Los
observaciones detalladas permiten estudiar múltiples y variados aspectos,
examinarlos en relación con los otros y al tiempo verlos dentro de sus
ambientes.
Seis Sombreros
Cuando una
persona se enfrenta a un proceso de toma de decisiones, su mente comienza a
contemplar una serie de razones y emociones que le llevan a optar por una
alternativa. Ese extraño proceso mental en que el individuo coteja las
ventajas, los inconvenientes, los hechos, los sentimientos y otra serie de
informaciones relevantes resulta muy difícil de explicar o de simular. En
consecuencia, lo que se da de forma natural en el cerebro humano suele resultar
extremadamente complejo cuando, por ejemplo, se trata de aplicar de aplicar a
una decisión colectiva. No es de extrañar que en esos casos surja la
confrontación, que cada participante ensaye tirar para su lado y que muchos no
quieran o no sean capaces de asumir la perspectiva de otros.
Pues bien,
el método de los seis sombreros no hace sino reproducir, de forma más sencilla,
los procesos que tienen lugar en la mente cuando se toman decisiones,
convirtiéndolos en algo sistemático y público. Para simplificar el pensamiento,
este método propone que las cosas se atiendan una por una, y que todos los
participantes se concentren coordinadamente en la que está siendo estudiada.
Así, no solo se facilita el cambio de actitud para lo cual basta con pedir un
cambio de sombrero, sino que se organizan puntos de vista diferentes y se crea
un mapa enriquecido para tomar mejores decisiones.
Cada sombrero simboliza una forma de ver,
una manera específica de pensar, que no se preocupa tanto por describirlo ya
ocurrido, sino que intenta vislumbrar lo que está por venir. Al tratarse de una
convención aceptada, que responde a ciertas reglas concretas, el uso de los
sombreros permite expresar libremente aquello que la racionalidad lógica de
occidente tiende a censurar y, al mismo tiempo, contribuye a limitar y a darle
un mejor uso a ciertas formas de pensamiento que son propias de dicha
racionalidad, pero que por lo general suelen conducir a discusiones y
confrontaciones infructuosas. Cuando los pensadores han incorporado las reglas
de este método y el uso de los sombreros se ha convertido en una especie de
lenguaje común, el ejercicio de pensar logrará deparar resultados maravillosos
e imprevistos.
Sombrero Blanco
La ausencia
de color sugiere neutralidad. En efecto, este sombrero tiene que ver con la
información pura. Es como un ordenador: no tiene emociones y, cuando se utiliza,
se espera que arroje hechos y cifras, no que genere discusiones entre los
participantes. El sombrero blanco informa sobre el mundo, es neutro, es
objetivo. Con él, la atención se concentra exclusivamente en la información
disponible, que abarca todos los hechos y cifras comprobables.
La energía
se concentra en buscar y plantear información, en tratar de obtener datos puros
y en escindir las extrapolaciones o interpretaciones que muchas veces suelen
enredarse entre ellos. Por eso, este es, quizás, el sombrero que más habilidad
exige, pues separar los hechos objetivos de las derivaciones subjetivas que
suelen llevar aparejadas es una disciplina de mucho rigor. No sería de
extrañar, por ejemplo, que un político experimentara grandes dificultades en el
momento de utilizar un sombrero de este tipo.
El
pensamiento de sombrero blanco puede incluir datos subjetivos (como las
opiniones o sentimientos de otra persona) siempre y cuando se planteen como
tales: “Juan piensa que eso no se venderá”, “María odia trabajar en esa área”.
Asimismo, puede incluir hechos creídos, pero, en tal caso, se debe dejar claro
que son hechos de segunda clase: “una vez leí que…”, “creo tener razón al decir
que…”. Permitir la referencia a hechos que no están comprobados no significa
que el sombrero blanco abra el camino a especulaciones, rumores y habladurías,
en la medida en que esos datos tienen una función limitada de hipótesis
provisionales y únicamente podrán utilizarse como base para una decisión cuando
hayan sido previamente corroborados.
Como la
veridicidad de la información aportada es algo difícil de comprobar, este
sombrero de naturaleza netamente práctica permite que se plantee toda la
información disponible, si bien exige que, en cada caso, se formule
adecuadamente el grado de certeza o de incertidumbre que acompaña a cada hecho.
No se trata entonces de expresar opiniones o deseos, sino de plantear todo lo
que puede ser cierto y comprobable, dejando claro el nivel de certidumbre que
envuelve cada hecho. El arte de este sombrero radica en saber moverse en ese
espectro, manifestando correctamente la probabilidad de cada hecho. El pensador
de sombrero blanco es objetivo: como el cartógrafo, se limita a trazar un mapa
tan fidedigno como le sea posible. Por el momento, ignora el uso que tendrá esa
información.
En este
sentido, lo que acontece en este tipo de reuniones es similar a lo que sucede
en las reuniones japonesas, a las que los participantes no llegan con una idea
prefijada de lo que va a decidirse. El propósito de dichas reuniones es
escuchar y ofrecer información que, al ser organizada sistemáticamente, tomará
forma y logrará convertirse en una idea. El pensamiento de sombrero blanco se
inspira en ese modelo. Los hechos se encuentran en la base. En lugar de partir
de conclusiones y pelear por ellas, los hechos son el punto de partida, que
permitirán trazar el mapa y elegir la ruta.
Cuando se
utiliza el sombrero blanco en una reunión, se corre el riesgo de desatar una
avalancha de información, pues es posible desplegar una lista interminable de
datos, hechos y cifras sobre casi cualquier asunto. Para evitar esto, es
necesario hacer peticiones concretas de información, tal como hace un abogado
cuando interroga a sus testigos, y de esta manera evitar que la pesquisa, por
ser muy vaga, dé cabida a un raudal inabarcable de información.
Por lo general,
el pensamiento de sombrero blanco suele utilizarse al inicio de la reunión,
como telón de fondo para el ejercicio de pensar que viene, y, a lo largo de la
reunión, vuelve a acudirse a él para definir la información necesaria que hace
falta. Es obvio que este sombrero excluye cosas esenciales, pero su propósito
es muy concreto: proporcionar información, mera información.
Sombrero Rojo
A la
frialdad del sombrero blanco se le oponen el fuego, el calor y la pasión
propios del sombrero rojo, que se centra en los aspectos no racionales del
pensamiento. A través de él, se genera la oportunidad de expresar las
emociones, los sentimientos y las intuiciones sin necesidad de explicarlos o
justificarlos. Es así como el sombrero rojo legitima estos aspectos
“irracionales” y los hace visibles para que enriquezcan el mapa de pensamiento
y el sistema de valores que servirá para decidir la ruta en dicho mapa.
En las
reuniones oficiales y los encuentros de negocios no se permite, por lo general,
que las emociones entren de forma expresa en juego. Se asume que estas empañan
el pensamiento y que el mejor pensador es quien logra asumir distancia y
frialdad frente a los hechos. Pero, aunque se intente negarlas, las emociones
siempre están latentes (disfrazadas de lógica, saboteando el debate, escondidas
entre actitudes) y ejercen una influencia sustancial en cada decisión que se
toma. Por eso, este sombrero permite plantearlas tal y como son. Al fin y al
cabo, las emociones forman parte del método de pensamiento y de nada sirve
esperar que desaparezcan o que no interfieran con el “pensamiento puro”.
Adicionalmente,
una vez que las emociones se han expresado, se abre la posibilidad de
explorarlas e, incluso, modificarlas. El pensamiento tiene la capacidad potencial
de alterar las emociones, puede ser suficiente, para ello, imaginarse un fondo
emocional diferente, figurarse la forma en que cambiarían las cosas en él y
dejar que esa imagen produzca sus efectos.
En el
pensamiento de sombrero rojo tiene cabida una amplia gama de sentimientos de
toda índole: entusiastas, neutros, dudosos, encontrados, de infelicidad… Todos
ellos son válidos, en la medida en que sean auténticos. Cuando se le pide a un
participante que se exprese con este lenguaje, esta persona puede, si es el
caso, formular un sentimiento neutro, confuso, dudoso o indeciso, pero en
ningún caso puede “pasar”. La metáfora del sombrero rojo le ayudará a centrar
su atención y a realizar un esfuerzo sincero por desentrañar las emociones que
está sintiendo.
Por otra
parte, jamás deben pedírsele justificaciones o argumentos para explicar sus
sentimientos a un pensador que esté empleando este sombrero. De hacerlo, el
sombrero perdería su eficacia, pues las personas solamente expresarían aquellos
sentimientos que pudieran explicar y, por lo general, estos no son los que más
importancia tienen. La utilidad del sombrero es reflejar, como en un espejo,
las emociones con toda su complejidad.
Como los
sentimientos son cambiantes, es conveniente utilizar el sombrero en distintos
momentos de la reunión, pues es posible que lo que se haya dicho a lo largo de
la sesión haya ejercido un impacto sobre las emociones de los presentes,
haciendo que los temores se disipen o que, por el contrario, el optimismo y la
alegría inicial se hayan perdido.
El
pensamiento de sombrero rojo abarca también “sentimientos intelectuales”, del
estilo de “siento que la idea tiene potencial”, así como aquellos juicios
complejos que ocurren en la mente pero que no se pueden explicar, las llamadas intuiciones o corazonadas. Si bien es cierto que este tipo de inclinaciones o
sentimientos no son infalibles y, muchas veces, llevan a error, suelen tener un
sustento real en la experiencia y, por lo tanto, resulta útil tenerlos en cuenta,
asumiendo su naturaleza incierta. El sombrero rojo, entonces, legitima las
intuiciones como unas consejeras importantes, no para que las decisiones se
basen en ellas, pero sí para tenerlas en cuenta como un elemento más del mapa
de pensamiento.
Sombrero Negro
El sombrero
de la oscuridad, la prevención y la cautela es, quizás, el que más se utiliza en
la vida cotidiana, el más arraigado en la tradición occidental y el más
importante en el pensamiento, porque ayuda a ser precavidos, aleja de los
peligros y permite, en última instancia, sobrevivir. Si algo no encaja en
nosotros, porque no se ajusta a nuestros recursos, a nuestros valores, a
nuestra política o a nuestras características personales, el sombrero negro es
el espacio para señalarlo. Y tal vez por eso mismo suele ser muy fácil de usar,
pues termina siendo una vía para expresar algo que ocurre de modo natural en
nuestros cerebros: la tendencia a sentirnos incómodos ante la “inadecuación” y
a evitar las cosas que no encajan en nosotros.
Este es el
sombrero de la precaución: el que nos aleja de lo ilegal, de lo inútil, de lo
peligroso, de lo contaminante y de todas acciones cuyos efectos puedan
causarnos un perjuicio. Es el sombrero de la cautela: aquel que nos ayuda a ser
precavidos, a evitar peligros y dificultades. Es el sombrero de la prevención:
nos protege de malgastar inútilmente el dinero, el tiempo y la energía.
A diferencia
de lo que sucede con el sombrero rojo, el negro exige razones que se sostengan
por sí mismas. Su carácter es netamente lógico. No basta con sentir que algo no
encaja para expresarlo con este sombrero, es necesario justificar el fallo,
poner de manifiesto el riesgo, explicitar las razones del escepticismo. Porque,
a diferencia de lo que sucede con el pensamiento académico, el del sombrero
negro busca incidir en el mundo real, anticipándose a las consecuencias reales
de un determinado curso de acción. Y ese análisis debe basarse en peligros
reales y no en un pesimismo irreflexivo.
Por su potencialidad
para anticipar el futuro y por su operatividad práctica, el sombrero negro
resulta de gran utilidad al valorar y planificar una idea: por un lado, ayuda a
decidir si se debe seguir adelante con ella o abandonarla; por otro, señala los
puntos débiles de la idea y permite diseñar estrategias para corregirlos.
En las
reuniones que se realizan con el método de los seis sombreros debe haber un
facilitador que se encargue de mantener la disciplina del sombrero, haciendo
que se cumplan las reglas y evitando que se caiga en la discusión. En algunos
momentos, esa persona puede proponer el uso del sombrero negro para reflexionar
sobre el propio proceso de pensamiento que está teniendo lugar. Así, y siempre
que se realice de forma ordenada, la visión de este sombrero puede encauzar una
reunión, al permitir que los participantes corrijan a otros en sus errores,
diciéndoles, por ejemplo, que los comentarios que están realizando pueden
desencadenar una crisis institucional.
Aunque el
empleo del sombrero negro es indispensable, siempre se corre el riesgo de que
se abuse de él. Con el modelo imperante de pensamiento en el que hemos crecido,
resulta mucho más común ser crítico que constructivo: no solo es más común,
también es más sencillo, al igual que es fácil criticar un soneto, pero muy
difícil escribirlo. Por eso, y sabiendo que hay personas que basan su propia
imagen en su disposición a criticar, no es de extrañar que cuando una idea es
excelente en un 95%, todos los comentarios recaigan sobre el 5% restante. El
sombrero negro no es una invitación a darle rienda suelta al ímpetu de la
crítica y a lo negativo, sino una invitación a pensar en las posibles faltas o
inconvenientes. A través de él, se legitima el valor de la cautela.
Sombrero Amarillo
Piense en
el sol, en sus rayos y en su luz. El sombrero amarillo son esos destellos de
esperanza que emanan de mirar las cosas con optimismo. Con él, el pensador
escudriña los posibles beneficios de una idea e intenta ver las ventajas de
ponerla en práctica. Es un sombrero de pensamiento constructivo, con el cual se
plantean propuestas para propiciar cambios positivos: solucionar un problema,
introducir una mejora o aprovechar una oportunidad. Este sombrero se relaciona
con la eficacia, con hacer que las cosas sucedan.
Es la
contracara del sombrero negro, pero es mucho más difícil de utilizar que aquel,
porque, si bien nuestro cerebro tiene incorporado un mecanismo de defensa que
nos lleva a evitar los peligros, no existe un sistema equivalente que nos haga
sensibles hacia el valor de las cosas y las ideas. Y tal como sucede con el
sombrero negro, en este caso tiene que existir alguna razón lógica para valorar
las cosas. Si se tratara de una simple especulación fantasiosa, estaríamos en
el territorio del sombrero rojo, bajo la forma de sentimientos, corazonadas o
intuiciones. El pensamiento del sombrero amarillo debe ir más allá y estar
fundado en un esfuerzo consciente por encontrar una base lógica que apoye y
refuerce el optimismo planteado, sin que eso signifique que cada punto requiera
una justificación completa y exhaustiva.
En
ocasiones, este sombrero depara grandes sorpresas. Algo que parecía inútil
puede adquirir un gran valor cuando nos esforzamos en buscárselo. En la vida
cotidiana, la gente suele verse obligada a resolver problemas, pero rara vez se
ve forzada a buscar oportunidades. Este sombrero proporciona esa oportunidad,
pues el pensamiento que promueve se compone de una mezcla de curiosidad,
placer, avaricia y deseo de “hacer que las cosas ocurran”. Todo eso se traduce
en una actitud: en la disposición a avanzar con esperanza positiva respecto de
una situación. En última instancia, ser positivo no es más que una elección.
Al someter
una idea a esta vía de pensamiento, se debe comenzar con la suposición del
mejor escenario posible, de manera que se pueda valorar el máximo beneficio de
tal idea. Si dichos beneficios son atractivos, hay que estimar las
probabilidades de que ese escenario se dé, pero si en ese plano ideal los beneficios
no parecen interesantes, lo mejor es descartar inmediatamente la propuesta. El
pensador de sombrero amarillo actúa de forma semejante a un vendedor, que logra
grandes ventas cuando plantea una visión maravillosa que el cliente (en este
caso él mismo) puede compartir.
Por lo
general, las personas ven el lado positivo de las ideas cuando sienten que se
pueden beneficiar de ellas. El interés personal suele ser el motor fundamental
del pensamiento positivo. Pero el sombrero amarillo no requiere tal motivación.
De hecho, es anterior a ella. El pensador que decide utilizarlo asume una
mirada positiva y optimista, aun antes de encontrar algún beneficio posible en
aquello sobre lo que está pensando.
Los
emprendedores saben bien que hay aspectos muy positivos que no resultan obvios
a primera vista. Ven valor donde todos ven miseria. Y esto no significa que el
sombrero amarillo sea un asunto de grandes expertos o patrimonio exclusivo de
los mayores innovadores. Las propuestas que surjan desde aquí no tienen que ser
excepcionales ni tremendamente ingeniosas. Muchas veces basta con pensar en
métodos que hayan funcionado en otros campos, o con abordar modos rutinarios de
tratar esos temas. Si el sombrero amarillo dirige plenamente el pensamiento
hacia la búsqueda de propuestas, estas nunca serán difíciles de hallar.
Hay
personas ingenuas que llevan su optimismo hasta la insensatez y hacen, por
ejemplo, que su vida gire en torno a la remota expectativa de ganar una
lotería. Pero eso no significa que el optimismo tenga un límite preciso. Por el
contrario, la historia está llena de visiones y sueños poco prácticos que
terminaron haciéndose realidad. Más que ponerle límites a la imaginación, la
mejor forma de evitar el optimismo insensato consiste en preguntarse cuál es la
acción que sigue al optimismo y abandonar la fantasía cuando dicha acción no
sea otra que esperar pasivamente un milagro.
Sombrero Verde
Es la
vegetación, el crecimiento, la energía. Se trata del sombrero de la
creatividad. Incluso quienes nunca han sido creativos, empiezan a serlo cuando
se concentran en los propósitos de este sombrero. Con frecuencia, las personas
más creativas son aquellas que, por estar motivadas, le dedican más tiempo a
tratar de serlo. Pero el pensamiento creativo se puede desarrollar de forma
deliberada y, aunque el sombrero verde en sí mismo no vuelve a las personas más
creativas, sí les ofrece una suerte de motivación artificial, al
proporcionarles el tiempo y la concentración necesarios para poder serlo.
Así, bajo
el influjo de este sombrero, la creatividad deja de ser un monopolio de la
“persona de las ideas” y se convierte en patrimonio de todos. El sombrero verde
permite plantear “posibilidades” en cuya ausencia es imposible progresar. Esas
posibilidades implican huir de las viejas ideas para encontrar otras mejores;
implican, por tanto, estar abiertos al cambio con el fin de hacer mejor las
cosas. Porque, a diferencia de lo que sucede en las matemáticas, las
situaciones de la vida tienen muchas soluciones posibles, y algunas son mejores
que otras, pues resultan menos costosas, más fiables, más realizables.
Muchas
personas tienen una tendencia a contentarse con las primeras soluciones que se
les presentan y, en ese momento, dejan de pensar en el tema y no siguen
buscando alternativas. No obstante, salvo que el tiempo apremie y haya que
decidir de urgencia, no hay ninguna razón válida para suponer que la primera
solución encontrada sea la mejor. El sombrero verde es una invitación a
explorar continuamente alternativas, incluso cuando las cosas parecen funcionar
bien. Eso supone una actitud creativa permanente, que permite anticiparse a las
dificultades, deteniéndose a pensar alternativas aunque no haya una razón
aparente para ello.
A fin de
cuentas, una pauta creativa en el momento indicado puede ahorrarnos el desgaste
de corregir errores y resolver problemas que se habrían podido evitar. La
creatividad implica un lenguaje distinto del que predomina en muchos de los
otros territorios de nuestro pensamiento, pues en ella el juicio cede ante el
movimiento. En lugar de juzgar si las cosas encajan o no, el pensador creativo
se mueve con una idea o desde una idea. Así, es posible que esa idea le sirva
de trampolín para pasar a otras o que, como una semilla, vaya germinando hasta
adquirir una forma concreta y práctica.
Un
planteamiento típico de sombrero verde tendría una forma de este estilo:
“Supongamos que hiciésemos hamburguesas cuadradas. ¿Qué movimiento podríamos
sacar de esa idea?”.El movimiento no es ausencia de juicio; es más bien un
lenguaje activo, en el que las ideas son valoradas por su capacidad de
llevarnos a nuevos lugares, por su potencial para hacernos avanzar. En el
ejercicio de este sombrero podría ser valioso plantear ideas deliberadamente
ilógicas y provocativas, que puedan servir de estímulo para activar la
creatividad. La excusa del sombrero permite ser provocativo sin necesidad de
justificar cada argumento. Y es que las seguridades y las ansias de tener razón
son inhibidoras de la creatividad, que crece mejor donde hay exploración,
provocación y riesgo.
Cuando se
presenta un descubrimiento científico suele argumentarse que el producto final
fue el resultado de un proceso sistemático, lógico y muy bien ordenado. Pero
esto no siempre es cierto y, muchas veces, no es más que un disfraz a
posteriori para embellecer el producto final. Con mucha frecuencia, el estímulo
que da origen a la nueva idea proviene de un error o un accidente. El
descubrimiento de los antibióticos, por ejemplo, se debe a la contaminación
accidental de un cultivo con el hongo Penicillium.
Y se dice que Colón osó atravesar el Atlántico movido por un error de cálculo.
Para que surja el movimiento es necesaria la provocación. En ocasiones es la
naturaleza la que se encarga de proporcionar ese tipo de provocaciones, pero
resulta un poco ingenuo dejarle a ella todo el trabajo.
Con el
sombrero verde podemos intentar producirlas de forma deliberada, cobijados por
una suerte de inmunidad que impide que se desechen directamente con argumentos
lógicos y que obliga a contemplarlas, por absurdas que pueda parecer. Con el
modelo tradicional de pensamiento lógico, debe existir una razón para decir
algo antes de hacerlo. Con una provocación del estilo “los ejecutivos deberían
autoascenderse”, esa razón no tiene que llegar sino después de haberlo dicho;
en caso de encontrarla, es posible que hayamos dado con una nueva y excelente
idea.
Para
fomentar ese tipo de provocaciones, que nos obligan a salir de los modelos
habituales de percepción, hay diferentes estrategias. Una de ellas es la inversión, que consiste en explicar
la forma en que sucede normalmente un hecho y, después, proceder a darle la
vuelta: “Los compradores pagan por los artículos que llevan. Invirtamos eso y
que sea la tienda quien pague a sus clientes”. Otra es la de usar una palabra
aleatoria, seleccionada al azar, para pensar ideas nuevas relacionadas con
algún tema. Por ejemplo, si se quiere promocionar una televisión, y se llega
por azar a la palabra queso, se
podría proponer una televisión con huecos, o una que tenga ventanas en las que
se pueda ir viendo lo que están transmitiendo otros canales.
Sombrero Azul
Este es el sombrero del control, que
permite organizar el pensamiento. En este sentido, constituye una suerte de
pensamiento sobre el pensamiento. En el método de los seis sombreros, el uso
del sombrero azul tiene una función esencial, pues a través de él se definen
los propósitos y las pautas del ejercicio, al tiempo que se vela por su buen
desarrollo. Por tal razón, quien coordina la reunión tiene una función
automática de sombrero azul, en la medida en que le corresponde mantener el
orden y garantizar que se respete el programa. Pero el hecho de que se cuente
con una especie de director de orquesta, a quien se le puede asignar el rol
exclusivo del sombrero azul, no obsta para que los demás participantes puedan
utilizar este sombrero y expresen así sus comentarios sobre el proceso de
pensamiento que está teniendo lugar.
Observado
desde una perspectiva más amplia, el pensamiento de sombrero azul representa la
capacidad de enfocar, cualidad que diferencia al buen pensador del mediocre. La
forma más sencilla de centrar el pensamiento consiste en formular una pregunta;
saber hacerlo es, según muchos, la parte más importante del pensamiento. Por
desgracia, resulta mucho más fácil plantear preguntas a posteriori, cuando ya
se ha obtenido una respuesta.
Junto con
las preguntas de tanteo, que
son exploratorias, y las de disparo,
que se utilizan para comprobar algo y cuya respuesta es un sí o unno rotundos, existen también los problemas, otro tipo especial
de pregunta: saber definirlos es fundamental. Si un problema está mal
formulado, su solución puede volverse irrelevante o innecesariamente incómoda.
Por esto, el pensador de sombrero azul debe esforzarse mucho en definir muy
claramente las problemáticas, y de ahí que resulte natural escucharle decir
frases como esta: “En realidad el frío no es el problema. El problema es la
percepción del frío. ¿Cómo podemos cambiar esto?”. Por otra parte, cuando se
piensa con el sombrero azul se intenta dar una visión general de lo que ha
ocurrido y de lo que se ha logrado, con el fin de imponer orden en el aparente
caos. Por ello, las recapitulaciones y los resúmenes de lo que se haya
planteado forman parte de este tipo de pensamiento.
Adicionalmente,
el pensamiento de sombrero azul permite diseñar el software para pensar sobre un tema determinado. En la medida en
que las características y exigencias circunstanciales varían en cada caso, ese
programa deberá ser diferente según la situación; puesto que, así como no es lo
mismo planificar la construcción de un barco que hacer los planos de un
edificio, un programa de negociación no será igual que uno de toma de
decisiones.
El programa
o software que se diseñe puede
ser de diferentes estilos, más o menos formales. En un extremo, se ubican los
programas más rígidos, compuestos de una secuencia de pasos que se asemejan a
un ballet formal, en el que cada movimiento está preestablecido por la
coreografía. En el extremo opuesto se ubican los programas más flexibles, que
son como un baile de estilo libre, en que el ritmo y el desarrollo de las
circunstancias van dando la pauta para los siguientes movimientos.
Bajo la
potestad que le confiere el sombrero azul, el facilitador de la reunión será el
único habilitado para autorizar un cambio de sombrero, y al hacerlo puede
solicitar dos usos diferentes. El primero es un uso individual, a través del
cual le solicita a una persona en particular que exprese su visión con un
determinado sombrero; sirve, por ejemplo, para pedirle a alguien muy negativo
que exprese sus emociones o que proponga salidas. El segundo es un uso en
secuencia, mediante el cual se genera un espacio de tiempo para que todos se
pongan un determinado sombrero y expresen libremente sus pensamientos; después
se pasa a otro sombrero y se repite de manera secuencial el ejercicio. La
participación en estos espacios es voluntaria, salvo en el caso del sombrero
rojo, en el que se espera que nadie se guarde nada.
El tiempo
que se disponga para el uso de cada sombrero debe ser lo más breve posible. Por
lo general, basta con asignar un minuto para cada persona por cada sombrero que
se use, salvo en el caso del rojo, cuyo empleo suele ser más corto, en la medida
en que lo que se expresa con él no requiere explicaciones ni comentarios. Ahora
bien, la secuencia en la que se alternan los sombreros puede ser evolutiva o
preestablecida: la primera se va fijando sobre la marcha, la segunda se
planifica desde antes de comenzar la sesión, mediante un sombrero azul inicial.
Así, aunque no hay un camino, existen algunas recomendaciones útiles para
programar una reunión de pensamiento con el método de los seis sombreros.
Por regla
general, conviene fijar un sombrero azul al inicio y otro al final de la
discusión, como si fueran dos sujeta libros. Esa etapa inicial de sombrero azul
permite fijar el recorrido entre todos los participantes. Si el tema provoca
sentimientos intensos y despierta emociones fuertes, sería conveniente seguir
con uno rojo para sacarlas a la luz. Tras esto, se podría pasar a uno blanco,
que permita poner de manifiesto toda la información relevante de la que se
dispone. A continuación, se puede aplicar el amarillo, para que los
participantes planteen sugerencias y proposiciones, y este puede ir intercalado
con el azul, para la formulación de preguntas centrales y el señalamiento de
zonas problemáticas en las que se hacen necesarios nuevos conceptos. A
continuación, el sombrero verde puede contribuir a llenar esos vacíos,
generando algunos conceptos novedosos.
Una nueva
fase de sombrero azul serviría para organizar los conceptos que hayan surgido
en una lista más formal para clasificarlos según algún criterio. Tras esto,
podría tener lugar una etapa de pensamiento constructivo, en la cual se
alternen los sombreros blanco, amarillo y verde, con el fin de desarrollar cada
propuesta y de ir dándoles a todas una valoración positiva. Llega el turno del
sombrero negro, que serviría como chequeo. Con él se podría estudiar cuáles de
las alternativas son imposibles o inservibles, y definir las debilidades de las
demás. A continuación, nuevas rondas de sombreros amarillo y verde
contribuirían a superar esas dificultades, corrigiendo errores, eliminando
debilidades y solucionando problemas. El sombrero negro se puede usar de nuevo,
para afinar aún más los riesgos y peligros que subsistan.
Nuevamente,
convendría desarrollar una ronda de sombrero azul, en la que se organice todo
lo que se ha conseguido y se proponga una estrategia para elegir el camino a
seguir. Aquí resultaría muy adecuado también un sombrero rojo, que permita a
los pensadores expresar sus sentimientos sobre las opciones disponibles.
Finalmente, una mezcla de sombreros amarillo y negro puede llevar a seleccionar
la alternativa final que mejor se adapte a las necesidades, y un último
sombrero azul ayudaría a pensar la forma de ponerla en práctica, a realizar el
resumen final de la reunión y a preparar el respectivo informe.
Aunque todo esto suena muy complejo, en la
práctica, y con la debida orientación de una persona que actúe como coordinador
de la sesión, el proceso se sucede de forma natural y fluye como un coche en
movimiento, cuyo conductor va cambiando continuamente de marcha.
Estudios de Casos: Ejemplo Nº 1
El Profesor
José Albornoz, asumió la dirección del platel obligado por la Jefatura
Municipal de Educación, ante la denuncia hecha por los padres y representantes,
en relación a la desidia que había en la escuela, así como la irresponsabilidad
manifiesta por los docentes en general, situación que ameritó la intervención de
la institución. Durante los últimos cinco años el Director saliente Juancito
Candela, incumplió sus funciones como gerente educativo, no realizaba consejos
docentes, de igual forma no organizaba el proyecto trimestral de aprendizaje ,
es decir: cada docente atendía sus estudiantes como mejor le convenía, sin
tener la obligación de entregar la planificación educativa correspondiente a
cada lapso así como también, se incumplía con los procedimientos
administrativos relativos a entrega de matrícula inicial (A1), carga de los
estudiantes en el Sistema de Gestión Escolar (Guaicaipuro), a los estudiantes
cursantes de quinto año de Educación Media General se les obliga a cumplir con
120 horas de trabajo comunitario, entre otras irregularidades. Solo un grupo de
cinco Docentes de los 17 activos en
la institución se mantuvieron en desacuerdo con la forma de ejercer la dirección
del docente anterior.
En este mismo orden de ideas, una parte de
los obreros están inconformes con el nombramiento del nuevo director, puesto
que con el anterior se organizaban viajes a la playa, viernes de rumba, descuidándose
el mantenimiento de las áreas de la infraestructura escolar, propiciándose la insubordinación
al personal docente haciendo cada cual como mejor le parece.
¿Cómo puede abordar el Prof. Albornoz la reestructuración
de la escuela?
Respondan sustentados
desde las premisas que describen a los Seis Sombreros, desde el punto de vista
de cada color de los sombreros. Así como también empleando el manual del
Supervisor, Director y Docente (92, 93, 94, 105, 106 y 107), Circular 13 que
norma el Articulo 27 del Reglamento General de la Ley Orgánica de Educación.
Estudios de Casos: Ejemplo Nº 2
La Unidad
Educativa Nacional Luis Beltrán Prieto Figueroa, está ubicada en Boro Cujisal,
comunidad rural, de la Parroquia Bolívar del Municipio Moran Estado Lara. En la
misma, ha sido impuesta por la Jefatura Municipal de Educación una Directora de
Educación Integral, la cual tiene siete años de servicio, se desempeñó como
subdirectora académico de Educación Primaria durante el último año, en la misma
funciona los niveles de educación inicial, primaria y media general. En cuanto
a los trámites administrativos desconoce su reglamentación, presentándose diferentes
desacuerdos, pleitos, que han obligado a un grupo de docentes de aula a
solicitar la asistencia del Sindicato Venezolano de Maestros del Estado Lara
(SINVEMAL).
El sindicato envía a la institución una notificación
en la que se indica la realización de una asamblea de afiliados y docentes en
general, describiendo fecha, lugar y hora. Al recibir la notificación la
directora manifiesta que no desea recibirlos y que ese día no autorizara para
la realización de la asamblea. No obstante, el delegado sindical institucional
hace una convocatoria por escrito indicando que se realizara la asamblea por
convocatoria sindical. Los docentes se acercan al delegado sindical y
manifiestan diferentes situaciones que les han afectado, entre ellas, el hecho
de que los docentes deben cancelar una cuota para el pago de suplente cuando
asisten a citas médicas personales así como de ascendientes y descendientes. Las
docentes que dan a luz deben cancelar de su salario las suplencias, argumentándose
que ese pago se destina para cancelar el transporte del suplente que realiza la
licencia. Una docente presento un embarazo de alto riesgo por lo que recibe
reposo medico después de un mes de embarazo, da a luz y no se incorpora a la institución
a la fecha prevista de acuerdo al reposo pre y pos natal, durante ese tiempo se
le levanto actas de inasistencia las cuales fueron subestimadas por la jefatura
dándole traslado a la docente al sitio más cercano a su hogar, con el
desconocimiento del personal directivo.
Describa desde
los supuestos básicos del color de los sombreros, los argumentos que presenta
la representación sindical de acuerdo a la lectura del Articulo 335 y 393 de la
Ley Orgánica del Trabajo de los Trabajadores y Trabajadoras, de igual forma con
el capítulo III Del régimen de licencias del Reglamento del Ejercico de la
Profesion Docente G:O Nº 39.098 del 14 de Marzo del 2009. Otras que usted
considere pertinente para la situación al caso.
Conclusión
El actor que sube al escenario se
enfrenta al reto de tener que representar muchas facetas, actitudes y
semblantes, sin dejar de personificar a un único personaje. Ese actor no
cambia, aunque sus máscaras de la comedia y de la tragedia se encuentren separadas.
Ante eso, el éxito de su interpretación y su propia satisfacción como actor
derivarán del hecho de que pueda representar cada papel en función de la
máscara que lleva, pasando sin tropiezos de la cólera al júbilo o de la
angustia al deleite.
Algo
semejante sucede con el pensamiento: al ser sus máscaras diversas, el buen
pensador es aquel que, cuando se pone una de ellas, logra sintonizar plenamente
con el propósito que esta le impone.
Por la
forma como está diseñado nuestro cerebro, nos resulta imposible experimentar
sensibilización en diferentes direcciones de forma simultánea. El método de los
seis sombreros parte de esa constatación y ofrece una novedosa alternativa para
maximizar nuestra capacidad de pensamiento. Cada sombrero simboliza un modo de
pensar, y todos ellos, al igual que las máscaras del actor, le exigen al
pensador realizar un esfuerzo consciente por pensar de una determinada manera.
Y así como el actor no puede interpretar dos máscaras de forma simultánea, cada
sombrero requiere atención y concentración exclusivas.
En lugar de
exigirles a nuestros cerebros que en un mismo momento recojan información,
canalicen los sentimientos, propongan nuevas ideas, eviten cualquier perjuicio
y hasta logren beneficios, este método nos sugiere tirar las pelotas una por
una para lograr un efecto global semejante al de una impresora a color, que
logra trazar una imagen compleja imprimiendo cada tono por separado.
Los
sombreros, esos objetos que una persona puede quitarse o ponerse fácilmente y
de forma visible, simbolizan diferentes formas de mirar la realidad. Cada uno
de ellos representa un tipo de visión diferenciada y, aunque tendamos a
encasillar a algunas personas con esa forma de pensar, lo cierto es que todos
los sombreros están disponibles para todas las personas, siempre y cuando se
esfuercen por mirar en esa dirección.
El modelo de
los sombreros, entonces, no pretende impactar en las motivaciones profundas que
cada individuo tiene para la acción, ni intenta modificar las personalidades,
sino que se limita a proponer comportamientos. En esta medida, sus resultados
son mucho más aceptables y eficaces que los de aquellos métodos analíticos que
se sustentan en la promesa de transformar al individuo.
El método
de los seis sombreros se erige como una alternativa muy valiosa para suplir las
carencias del pensamiento occidental, que, al sentar sus bases sobre la
discusión y el análisis, ha dejado fuera muchas “máscaras” del pensamiento
humano. Desde sus orígenes en la antigua Grecia, el pensamiento occidental se
ha centrado en la discusión y en la crítica y se ha esforzado por comprender
“lo que es”. Sócrates, por ejemplo, consideraba que su papel en el mundo
radicaba en señalar lo que estaba mal. Platón se preguntaba por la realidad y
aducía que nosotros apenas si alcanzamos a ver sus “sombras”. Un pensamiento
así puede ser muy bueno, pero es insuficiente. Y mucho más en un mundo
cambiante, donde las conclusiones de un momento pueden resultar obsoletas pocas
horas después.
El método de los seis sombreros enriquece
ese pensamiento analítico al complementarlo con otras visiones y al promover un
esfuerzo consciente por ir más allá de “lo que es” y pensar también en “lo que
puede ser”.
En
contraste con el pensamiento argumentativo y de confrontación, este es un
modelo de pensamiento grupal en el que todas las personas ensayan mirar en la
misma dirección, que van alternando de forma coordinada. Porque no es lo mismo
que un grupo de personas trate de ponerse de acuerdo sobre cómo es una casa
cuando cada uno la mira desde una perspectiva diferente, a que intenten
recrearla después de haberla mirado juntos desde ángulos diversos. Este segundo
camino permite maximizar y coordinar la inteligencia, la experiencia y los
conocimientos de todos.
Las personas no adoptan la discusión porque sea su
método favorito, muchas veces lo hacen porque no conocen otra forma. He aquí
una: sombreros de colores que hacen del pensar un juego con unas normas
definidas, en lugar de un intercambio de agravios y condenas; sombreros de
colores que permiten organizar puntos de vista diferentes y crear un mapa
enriquecido para tomar mejores decisiones; sombreros de colores que representan
direcciones para observar, pero no para mirar lo ya ocurrido, sino aquello que
está por venir.
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